CUATRO RAZONES PARA ABSTENERSE
Transcribo el siguiente artículo del peridista Daniel Samper Pizano, en su columna Cambalache, El Tiempo, de octubre 15 de 2003, posición que comparto.
"No es un referendo lo que se propone a los colombianos el sábado 25 de octubre; son tres plebiscitos, cada uno emboscado en el otro, como las muñecas rusas.
Existe conciencia general en el sentido de que lo que se medirá es la popularidad del Presidente, no tanto la acogida de unas enmiendas que en algunos casos pueden adoptarse con mecanismos ya existentes (por ejemplo, el voto público del punto 2) y en otros propician situaciones negativas (la congelación de pensiones del punto 8, la impunidad a los corruptos ricos del 1, el aplastamiento de las minorías del 6, el botín general del 4, etc.).
Como dijo Alfonso López Michelsen, estamos ante “un voto de confianza, del cual está sobrado el presidente Uribe sin tener que apelar a una refrendación”. Un reciente editorial de EL TIEMPO (Oct. 9) reconoce “graves defectos” en el Referendo, pero considera que su carácter plebiscitario induce a votarlo pese a todo.
Por si faltare algún reconocimiento, está el del propio gobierno. Lo que empezó como un referendo radical sufrió serias alteraciones hasta convertirse en algo muy distinto y casi inane como instrumento reformista. El presidente Uribe, sin embargo, sigue feliz encaramado en esa criatura costosa e irreconocible, actitud tan sospechosa como si un piloto arranca como candidato al campeonato de Fórmula 1 y en el camino le cambian vehículo, pista y reglamento hasta convertirlo en chofer de carrito de balineras sin que por ello pierda su euforia.
La explicación de tanta dicha, por supuesto, es que no importan mucho las preguntas; la clave es atraer más de 6’ 081.873 ciudadanos a las urnas, para así impartir validez el plebiscito y permitir que el gobierno lo cobre como un espaldarazo a su gestión y a lo que vagamente plantea en materia de ley de perdón a paramilitares, medidas fiscales regresivas, acuerdo bilateral de comercio con EE. UU. y otros asuntos, sin olvidar, naturalmente, el fino remate de la reelección.
El híbrido de referendo y plebiscito ofrece lo peor de ambos. Porque, al encerrar un voto global de aplauso al gobierno, no permite discriminar por capítulos. Yo daría un SI rotundo a algunos aspectos del gobierno, un NO firme a varios y colgaría el cartel de la incertidumbre a otros. El truco del plebiscito no acepta matices. Aclamada la buena imagen de Alvaro Uribe se colarán, y quizás por siete años más, don Fernando Londoño, don Pedro Juan Moreno, don Rudy Hommes (para mencionar solo tres triste tigres) y se volverá presumible el visto bueno a todo: lo bonito, lo feo y lo dudoso.
En estas condiciones, y atendiendo la sabia enseñanza del Catecismo Astete (“En la duda, abstente”), el 25 ejerceré el derecho específico que me confiere la Constitución de Colombia en su artículo 378 y me abstendré de acudir a las urnas.
Tengo tres argumentos adicionales al peligro de aprobar el cheque en blanco que va embozado en el plebiscito. El primero es mi rechazo a las convocatorias extorsivas que ponen al inerme elector contra la pared: o aprueba el Referendo, o sobrevendrá el caos. Es decir: la clase dirigente (la misma que integra y respalda al gobierno actual) ha llevado al país a la postración que vive. Y ahora, como quien no quiere la cosa, le traslada al elector la responsabilidad de su deplorable gestión. Si no vota como ella quiere, la culpa del caos será del ciudadano. ¿Qué tal?
El segundo es que considero desproporcionada la pelea entre el SI y las otras opciones. Si esto fuera boxeo, el combate sería anulado. No solo hay desequilibrio formidable en dinero sino en otros recursos: desde la propaganda del aparato administrativo hasta la insólita salida del Presidente en un deleznable programa de televisión que su administración, preocupada por la formación de la juventud colombiana, jamás debería haber promovido con su presencia. Este resbalón populista me hace temer por lo que podría ocurrir si un día el gobierno impulsa su propia reelección.
Dentro de la muñeca rusa del referendo, pues, se agazapa una prueba de popularidad personal. Y dentro de esta –y este es mi cuarto argumento-, una decisión sobre la clase de democracia que respirará el país en los próximos años. Vamos a escoger una atmósfera política, más que aprobar un presidente o responder a quince preguntas. La peligrosa propensión al unanimismo ha creado un ambiente de intolerancia que castiga con distintas descalificaciones a quien se aparte de la corriente general. De seguir así, en pocos años más tendremos una sociedad autoritaria y cerrada que restringirá al mínimo la disensión tranquila y democrática. Para preservar un espacio donde puedan florecer la discrepancia y la pluralidad de opiniones, me parece importante oponerse a la coronación plebiscitaria del gobierno.
Y esto solo se consigue absteniéndose de votar".
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