ESCUCHADORES
Por ser de interés general, comparto con ustedes este interesante artículo del periodista MARIO CASTRO GANOZA, redactado para EL TIEMPO, Desde TOKIO
NI SON SICÓLOGOS NI COBRAN HONORARIOS
‘Escuchadores’, un oficio que cobra auge entre los japoneses
La soledad y las presiones han llevado a los nipones a contarles sus problemas a ciudadanos corrientes que dedican su tiempo a oírlos sin hacerles reproches.
Ellos han oído cientos de historias, la mayoría de ellas tristes. Saben de divorcios, rupturas amorosas, insatisfacción sexual, quiebras financieras, problemas en los estudios, en el trabajo y hasta de las peleas con el vecino. No son confesores ni sicólogos sino “escuchadores” un nuevo oficio que hace carrera en Japón.
El trabajo es en sí mismo una radiografía sociológica del Japón moderno que nació del carácter tímido del nipón y de lo que le rodea: una carga cultural que arrastra y que le dice que debe ser sumiso, carecer de opinión e iniciativa personal; que debe aguantar y sacrificarse en aras del bien colectivo –empresa, vecindario o del país-. Pero sobre todo, de la necesidad que tiene de compartir su soledad con alguien.
Para ser “escuchador” no se requiere de título profesional, solo se necesita un taburete y una mesa –similar a la de la de aquellos que se dedican a leer las manos o el tarot–. Tampoco es indispensable dar consejos, brindar soluciones u ofrecer consuelo. Solo hay que disponer de tiempo, paciencia para oír lo que otro quiera contar y eso sí mucha discreción.
Escuchar a la gente, por supuesto, no tiene precio pero se sabe que las propinas que dejan quienes acuden a los “escuchadores” oscilan entre los 1.000 y los 10.000 yenes (9,45 y 90 dólares respectivamente), y que esta es proporcional al grado de catarsis, satisfacción o desahogo que se le genere al consultante.
A diferencia de una terapia sicológica que en promedio es de 45 minutos, una “conversación” con un “escuchador” puede durar desde 20 minutos hasta dos horas, con la garantía de que al finalizar la sesión no se le dirá al “paciente” “que su problema viene de la infancia y que se generó por los conflictos con sus padres”.
Quienes buscan ser escuchados generalmente acuden a las aceras que rodean las estaciones de tren de Shibuya y Shinjuku –en pleno centro de Tokio– porque los “profesionales” de este oficio no son muchos ni están en todas partes. Eso sí, están bien ubicados porque por los alrededores de las estaciones Shibuya y Shinjuku transitan diariamente entre tres y cinco millones de personas de las 20 millones que viven en la capital nipona.
En un día bueno, un “escuchador” –hombre o mujer– atiende en promedio a 50 personas porque también se dedican a otras actividades.
La mayoría hace sus “pesitos extra” con esta labor, que alternan con trabajos formales o incluso con sus estudios.
Citada por un medio local, la socióloga Yuko Kawanishi asegura que este fenómeno “muestra que la comunicación entre las personas, incluso en el núcleo familiar y en el trabajo, se ha debilitado”.
Sobre el auge de este oficio, según Kawanishi, “obedece a que a la hora de hablar de su vida privada los japoneses buscan evitar molestias y, sobre todo, seleccionan las palabras que utilizan para no ser mal interpretados o para evitar el qué dirán, algo que desaparece si a quien se tiene enfrente es un desconocido con el que no deben guardar apariencias”.
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