diciembre 28, 2003

YO, BARNEY BUSH, EL PERRO DEL AÑO

Para deleite del humor, este día de los inocentes, transcribo este artículo del columnista OSCAR DOMÍNGUEZ G., de EL TIEMPO, en su columna OTRAPARTE

"Algunas de las razones para reclamar tan sospechoso honor. Me tocó entrar a la historia por la puerta de atrás.

Ya que nadie me otorga el título de animal del año, me tocó autoadjudicármelo a mí, Barney Bush. No es gran cosa ser el primer perro de Estados Unidos, pero me figuró andar por la vida con ese karma.

Menciono algunas de las razones para reclamar tan sospechoso honor. A principios de año, cuando mi mascota el presidente Bush se atragantó comiendo pretzels y sufrió un soponcio mientras veía televisión, le salvé la vida avisándole a la CIA que mi jefe yacía en tierra cuan texanamente largo es. Si no aparezco yo de sapo, quizá no habríamos bombardeado a Irak. Nadie me tiene que decir lo que haré en caso de que la comida se le vuelva a ir por el camino viejo.

El día que el presidente se atoró, comprobé que Bush no es capaz de ver televisión y comer pretzels al mismo tiempo. Los pretzels son unas galletas arrugadas, sin alma, proletarias y más simples que beso de boba bilingüe. Pero junto con las hamburguesas, la cocacola y el chicle forman parte de la forma norteamericana de engullir.

Muy a mi pesar, volví al primer plano noticioso cuando "my little George", como le dice doña Laura, su mujer, me utilizó miserablemente en vísperas del bombardeo al paraíso terrenal. En vivo por CNN se dedicó a jugar conmigo en los Jardines de la Casa Blanca. Y yo le seguí el juego agarrando el palito que el hombre me arrojaba delante de las cámaras.

Mientras jugábamos, nuestros aviones de la libertad (¿¡) prendían motores para dejar caer todo su horror sobre Bagdad y otras ciudades, dizque porque nuestros intereses estaban amenazados. Y todo en nombre de Dios, cuando hasta el más ateo sabe que Dios no interviene en política.

Aunque el reglamento interno de White House me lo prohíbe, juro que si hubiera sabido que Bush me estaba utilizando para desestresarse y despistar al enemigo, le dejó tirado su palito. Me dolió más lo que me hizo el presidente cuando supe por un científico distraído de Harvard que investigó el asunto, que el cínico Diógenes se refería a uno de mi raza cuando dijo que mientras más conocía a los hombres más quería a su perro. Yo digo lo mismo, pero al revés.

No terminan ahí mis cuitas: la lealtad que tengo por cárcel porque me viene en los genes, me ha obligado a ser solidario con los "bushismos" o metidas de pata de mi superior. Qué tal lo que dijo un día: "Sé en lo que creo. Continuaré articulando lo que creo, y lo que creo es que creo que lo que creo es correcto". Me late, o sea, me guau guau, que George podría haber sido libretista de ese gran filósofo mexicano llamado Cantinflas.

Otra perla: "Sé que los seres humanos y los peces pueden coexistir pacíficamente". O este aperitivo-pretexto para invadir a Irak: "El régimen de sanciones es como un queso suizo... es decir, no han sido muy efectivas". Con todo y sus bushismos, fue presidente con menos votos de los que obtuvo Gore. Ahora aspira a la reelección, que tiene segura después de que "comió" pavo de plástico con sus tropas en Bagdad. Democracia, cuántos chistes se "cometen" en tu nombre.

Por ósmosis, todos esos "bushismos" arruinan mi biografía. Lo mismo diría del enriquecimiento que ha registrado el diccionario a partir de la invasión. Menciono sólo uno: cuando los soldaditos nuestros mueren por equivocación de los computadores que disparan contra nosotros mismos en una especie de haraquiri cibernético, los generales hablan eufemísticamente de que lo ocurrido fue producto de "fuego amigo". Con amigos así...

En fin, este año me tocó entrar a la historia por la puerta de atrás. Ahora, si bien reclamo la condición de perro del año, quiero dejar constancia histórica de que todo fue a mis perrunas espaldas. Menos mal que los amos terminan pareciéndose a sus perros. Y no al revés..."

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